Yo vi a los Celtas Cortos
Victor García Zapata
Milenio Diario, mayo de 2006
Cuando supe que Brea de Aragón era una pequeña población de 2,000 habitantes, que vive de la producción y, en buena medida, auto-consumo del calzado, y, peor aun, que para llegar a ella no hay de otra mas que aprovechar uno de los dos viajes semanales que tiene bien fletarse un simpático camioncito propiedad del dueño (que creo se llamaba Manolo), de una pequeña cervecería del centro de la ciudad de Zaragoza, supuse que el concierto que la madrugada del 11 de octubre de 2003 darían ahí los Celtas Cortos no sería memorable, ni mucho menos multitudinario.
De cualquier manera, aquella peculiar ocasión representaba la única y preciada oportunidad de ver directo al grupo de rock folk que tanto furor causara entre las juventudes españolas del post franquismo, allá por mediados de los 80s. Implicaba, además, la posibilidad de palparlos si bien, no en un evento espectacular, si en uno que demostrara el arraigo popular que la agrupación logró acumular en sus años mozos y que le permite continuar con su carrera en este inicio de siglo.
Me embarqué, pues, en el fanático periplo y trepe al autobús que alcanzaría apenas status de “Guajolojet”. Mientras recorría veredas propias del Cid Campeador, conocí a varios oriundos de Brea quienes tuvieron a bien instruirme sobre el significado de las fiestas religiosas y de cómo el hecho de aquel 2003 los encargados de clausurarla fueran “los Cortos”, respondió a una decisión de la municipalidad orientada a consentir a crecientes “peñas” provincianas. Las peñas son, según me explicaron, grupos de jóvenes auntoidentificados con nombres y uniformes que en la mayoría de los casos compiten e por ganar la honrosa reputación de ser “el mas borracho del pueblo”, en otros casos basan su identidad en seguir en las buenas y en las malas al equipo de fútbol local, y, en menores proporciones, ejercen determinada ideología política. Fácil es imaginarse que estos grupos sean, en muchos casos, susceptibles de control corporativo y por ello la conveniencia de consentirlos.
Tras dos horas y media de camino arribamos a la menuda población. Poco tardaron mis conocidos durante el viaje en difundir mi presencia en la comunidad y, cual pueblo chico infierno grande, pronto se corrió la voz de que: “¡Un mexicano ha venido solo a ver a los Celtas!”
Y bueno, no descalifico su sorpresa, ciertamente nunca se ha sabido que el éxito de la agrupación en cuestión fuera mucho fuera los territorios franco – españoles. Si en México tuvieron relativa repercusión fue gracias, además del éxito radial de “Tranquilo Majete” en 1993, a los hijos de exiliados españoles que recluidos en el Colegio Madrid y en otras escuelas “Activas” del sur de la ciudad, los difundieron como forma de rescate identitario y de reivindicación del terruño que la dictadura les arrebató.
Celtas Cortos fueron, desde su fundación, de aquellos grupos de rock como Negu Gorriak, o Eskorbuto, que dieron voz a las juventudes izquierdistas que tan felices estaban de haberse librado del “chaparrón” Franco, como decepcionados de la democracia del PSOE que, con la participación de Baltasar Garzón reprimió a las causas independentistas de las 14 provincias que conforman el Estado Español.
En el ámbito del espectáculo, los Celtas aunque comerciales avanzaron junto con Seguridad Social y otros por fuera de la conocida “movida madrileña” que, aunque tuvo iconos genuinos como el Fangoria de Alaska (y Dinarama), también parió a un costal de monigotes prefabricados para mediatizar la efervescencia de grupos originales.
Musicalmente, llamaron la atención por su en ese entonces atrevida combinación de punk a lo The Clash, ska retomado en porciones iguales de los ingleses The Specials y del vasco Fermín Muguruza, con gaitas y vientos propios del folklore celta que en Valladolid, su tierra natal, hechó raíces.
A las inconveniencias propias del lugar en el que me toco presenciar a los Celtas hay que aumentar el significativo hecho de que justo en aquel periodo Jesús Cifuentes, fundador, vocalista, y compositor del grupo, se retiró para apostar en proyectos en solitario. Cifuentes, rapado por decisión, poeta y comunista por convicción, constituye, por sus letras lo mismo tiernas que combativas, no solo la figura central de los celtas si no de todo el Kombat Rock de la península ibérica.
A pesar de todo, tengo que reconocer que aquella madrugada en Brea de Aragón significó un feliz encuentro con un generoso trozo de la historia del rock español. No estuvo Cifuentes pero si los Celtas y sus letras que, junto con la fuerza y festividad musical, recrean un ambiente donde como por casualidad se encuentran la trova cubana, el folklore celta y el punk.
Ahora que Cifuentes esta de vuelta en el grupo, Celtas Cortos ha editado un recopilatorio de lo mejor de sus 8 discos, mas 5 canciones nuevas, encabezadas por el sencillo “Hay que volver”.
Así, con ánimo renovado, es como los Celtas Cortos se presentaran agradeciblemente en el Vive Latino de este año que, solo por eso, merece celebrarse.
Deseable seria que los abundantes skatos que inundan nuestra ciudad se dieran un tiempo para escuchar y disfrutar a estos rucos pero virtuosos que además de ser de las principales influencias de Café Tacvba, son capaces de regresarle el animo revolucionario incluso al mas decepcionado y harto de nuestras fatídicas campañas electorales.