domingo, 8 de febrero de 2009

Mark Lanegan: Sobreviviente del grunge.


Víctor García Zapata

Milenio Diario, 8 de febrero de 2009


El diablo anda suelto. Frenético e imparable Mark Lanegan comienza este año dispuesto a seguir cosechando los beneficios de las fructíferas asociaciones que plasmó en los dos álbumes que editó el año pasado: Saturnalia con The Gutter Twins y Sunday at devil dirt a duo con Isobel Campbell. Se trata de dos obras que vistas en conjunto recogen sus identidades pasadas y dan luz sobre los nuevos caminos por los que podría encauzar su genial y productivísima creatividad musical.

Poco se sabe de este personaje en nuestro país, pero lo cierto es que su ya larga trayectoria lo identifica como uno de tal relevancia que su rastreo equivale a trepar por los árboles genealógicos del rock alternativo estadounidense: Primero por las del grunge y, luego, por las de los oscuros y ásperos caminos del rock de cantinas y cabarets del bajo mundo americano. Sí a principios de los noventas fue clave en la confección del sonido Seattle, hoy es la nítida síntesis entre la crudeza de Tom Waits y la elegancia de Nick Cave. No es poca cosa por donde se le vea y mucho vale revisitarlo.

Nació en el 64 en Ellenburg. Suficientemente cerca de Seattle como para andar por sus calles cada que su familia disfuncional lo orilló a la vagancia, cuando no a la prisión. Hijo de pequeños comerciantes, en sus andanzas se fue encontrando con los entonces “loosers” que luego fueron rockstars y hoy son mitos el grunge: el productor Jack Endino, Kurt Cobain, Elliot Smith, o los Green River de Stone Gossard.

Juntos, con muchos más, utilizaron el rock crudo y guitarrero para construir su propia alternativa de trascendencia y evitar su destino manifiesto como explotados económicamente y alienados en lo emocional. Ninguna otra cosa podrían esperar considerando que Seattle tiene los índices más altos de desempleo, suicidios y enfermedades mentales de Estados Unidos. Nunca pretendieron salvarse más que a ellos, pero ya de paso lograron evitar que el rock sucumbiera a manos del dance y el acid house que por esos tiempos ya conquistaban al sonido Manchester.

La primera trinchera de Lanegan en esta rebelión de finales de los 80 y principios de los 90 se llamó Screeming Trees. No lograron record de nada pero si posicionarse como el atrevido puente entre la psicodelia, el post punk y el grunge gracias un sonido tan crudo como oscuro y ochentero, siempre de garage.

Las permanentes y naturales recomposiciones de los batallones lo llevaron a colaborar con Mad Season con quien grabó el único disco del grupo de nombre “Above” que hoy tiene el carácter de seminal en tanto que fue la plataforma de lanzamiento de Mike Macready hacia Pearl Jam, de Len Stanley hacia Alice Chains y de John Baker Saunders hacia Walkabouts, éstos últimos mucho menos conocidos que los otros pero, sin duda, los más eruditos y exquisitos del circuito.

Cumplido el ciclo de auge del movimiento grunge hacia la segunda mitad de los 90, Lanegan asumió el papel de progenitor y le entregó la estafeta a los Queen of the stone age, emparentando aun más al grunge con el stoner rock, el primero refiere a la frialdad citadina, el segundo a las aridez del desierto. Entre 2001 y 2005 hizo de su vocalista y dicen muchos que aportó buena parte de su sonido.

Su carrera en solitario ha estado siempre en paralelo, aunque en segundo plano. En Bubblegum (2004), su obra cumbre, editada por Beggars Banquet, consigue pendular entre la sordidez y la elegancia, entre el grunge rock de su antes y la irónica balada de su ahora, siempre transmitiendo oscuridad y desnudez emocional. Como era de esperarse, se arropó de colaboraciones de colaboraciones de lato nivel: Izzy Stradlin y Duff Mackagan de Guns and Roses, y la musa de los poetas malditos de nuestro tiempo, Polly Jean Harvey.

Los duetos de los que hoy forman parte, parecen ser colaboraciones tan sólidas como especificas. Como si en ellas resumiera su vertiginosa carrera basada en las exploraciones introspectivas que disparan sus ambientes musicales, y las efímeras pero explosivas asociaciones con talentos excepcionales. La primera aporta retrospección, la segunda abre nuevas veredas.

The Gutter Twins es un dueto con Greg Dulli, otro gigante cuya notoriedad es muy tímida con respecto a su importancia. Sus vidas siempre corrieron en paralelo: mientras Lanegan vivía lo relatado Dulli formaba los Afghan Wings, colaboraba con Dave Pirner (Soul Asylum), Mike Mills (REM) y Thurston Moore (Sonic Youth) en The Backbeat band, para luego hacerlo con David Grohl en los Foo Fighters.

Con la escocesa Isobel Campbell es inevitable caer en el cliché de la bella y la bestia. Mientras con ella él se escapa de las periferias ella con él visita los arrabales. Campbell antes formó parte de Belle y Sebastián que se volvió famoso por aderezar el folk con el indie. Tuvo después algunas experiencias coqueteando con el jazz y pop retro. Encontró a Lanegan buscando a Tom Waits, lo calificó como “una de las voces más especiales de la música actual” y desde entonces trabaja con él como cuando su ídolo Lee Hazlewood trabajó con Nancy Sinatra. En 2006 grabaron “Ballad of the broken seas” (el cover de Hank Wiliams “ramblin man” les salió un rolon) y la experiencia resultó tan acogedora que dos años después reincidieron con “Sunday at devil dirt”.

Mientras que Saturnalia suena al bastardo producto que surgiría de un acostón entre nirvana y sisters of mercy, Sunday at the devil dirt anda por el blues, el trip hopero, el folk. y la “americana”: de Portishead a Bright eyes pasando por Leonard Cohen.

Lanegan encontró las compañías que equilibran sus emociones. Con Dulli comparte créditos y composiciones, con Isobel presta su voz, sus arreglos y su presencia. Ella pierde inocencia, él gana estabilidad. Por ello ahora puede opinar lo que en años sórdidos no le habría pasado por la cabeza: “No creo que sea necesario sufrir para llegar a ser buen músico. Tampoco creo que puedas vivir sin experimentar el sufrimiento, porque eso forma parte de la condición humana. Como escritores a veces podemos arrojar parte de eso en nuestras canciones, pero también podemos arrastrar a ellas los buenos momentos y la esperanza que traen esos buenos momentos”. (Rockdelux, 261)

Como cualquier revolución, la de Seattle provocó mártires y múltiples destinos: Len Stanley y Kurt Cobain murieron trágicamente; Mudhoney y Sonic Youth reaparecen intermitentemente; Eckman y Torgensen (Walkabouts) hacen música finísima pero enclaustrada; Pearl Jam parece conformarse con un merecido lugar en los libros de texto junto a los épicos Dylan, Springsteen, Petty y Young.

Mark Lanegan, en cambio, continua buscando abajo, explorando nuevas rutas, formando colectivos inéditos, generando las condiciones para, en cualquier momento, desencadenar otra revolución.