Steve Earle. Washington Square Serenade: Otro tributo a NYC
Víctor García Zapata
El Rock and Roll nunca le ha regateado reconocimiento alguno a la ciudad de Nueva York. Al contrario, durante, su corta existencia, poco menos de un siglo, el genero musical más popular del mundo ha generado discos, canciones y tendencias estéticas explícitamente inspiradas en la Gran Manzana.
Y es que además de la espectacularidad de sus rascacielos y de su importancia económica, política y cultural, su inmensa y eternamente renovable composición demográfica provoca culto y fascinación gracias a la complejidad y a la dinámica vertiginosa que genera.
Muchas han sido las comunidades que a través de la historia han llegado NYC y cada una ha edificado su propio barrio. Brooklyn, Harlem, La Pequeña Italia, el infaltable Barrio Chino, son solo algunos de los famosos. Pero, sin lugar a dudas que en cuanto a comunidad rockera y alternativa se refiere, la Greenwich Village ha sido la tierra natal y caja de resonancia de infinidad de contraculturas. Por ello es que Steve Earle decidió rendirle homenaje a esta enigmática zona de la urbe de hierro en su nuevo disco “Washington Square Serenade”. Se trata de una obra magistral que a pocas semanas de su lanzamiento ha alcanzado varios reconocimientos, entre los que destaca el ser el disco más escuchado del año por el directo de cine Stephen King.
No solo es un homenaje al mítico barrio enclavado en la East Village de Manhatttan si no que está claramente enfocado a recordar los años 60 cuando de ahí mero, junto con San Francisco al otro lado del país, surgieron los movimientos pacificistas y la música de protesta que ha marcado grandes episodios en la cultura norteamericana, “Este periodo, dice Earle cambió la música pop, le dio un contenido literario y lo llenó de idealismo”.
La Greenwich Village era, en el siglo XIX, un espacio de trabajo rural que paulatinamente fue siendo ocupado por quienes pretendían escapar de la neurosis citadina del centro de Nueva York. Poco a poco se fue convirtiendo en el sitio bohemio por excelencia, tal y como lo evidencian las calles angostas adoquinadas, los edificios neogóticos de ladillos rojos, así como los parques y jardines casi en cualquier bocacalle.
En busca de un ambiente propicio para explotar las capacidades creativas llegaron a la aldea, primero los escritores liberales del siglo antepasado: Mark Twain, Dylan Thomas y Walt Whitman, entre otros. A principios del siglo XX se aposentó ahí el escritor comunista Jonh Reed, años más tarde los pintores expresionistas de vanguardia de los años 50: Mark Rothko y Jason Pollock. Después vinieron los beats Kerovac, Burroughs y Ginsberg.
Earle se detiene en los 60 cuando emergió el Folk que popularizó a Pete Seeger y a sus descendientes: Bob Dylan y Joan Baez. La plaza central del Barrio, la Washington Square, fue el lugar de concentración de las manifestaciones pacificistas y de los artistas callejeros de la época, por ello nombre del álbum, por ello todo la atmósfera que se logra introyectar al reproducirlo.
Con bases de tiempo pregrabadas y tenues acompañamientos de bajo, banjo, órgano, piano y mandolina, Steve logra desgranar nítidamente los aspectos que definen su pasión por la ciudad, por el barrio y por la época: “City of imigrants” es el primer sencillo y, como su nombre lo dice y su ritmo confirma, es una elocuente ratificación de dicha característica de la ciudad. A través de todo el álbum queda manifiesta la identidad de Earle, en “Tennessee Blues” Steve narra el impacto de un joven campirano de Nashville y se topa con la grandeza de NYC.
Cosechando criticas tan favorables como la del diario ingles The Independet que lo calificó como “El mejor compositor de música norteamericana” Washington Square Serenade” constituye el simbólico y afortunado renacimiento para quien sumido en las drogas colocó su carrera al borde del precipicio: “Perdí 5 años de mi vida. De los 35 a los 40 mi adicción a la droga llegó a un punto en el que me resultaba imposible dejarla. Fui “homeless” en Nashville, dormí varias noches abajo de los puentes”, confesó. Después vino la cárcel por portación de armas y posesión de drogas.
Tras recomponerse de aquellos sórdidos episodios, Earle ha sido capaz de crear algunas joyas de la música country: la canciones “Forth worth blues” y “Goodbye” (llevada por Emmylou Harris al extremo del preciosismo en el álbum Wecking Ball), lo demuestran.
No solo regresó a la música si no también al activismo. Asiduo critico de Bush ha particpado en cuanta marcha contra la guerra ha sido convocada. Su disco de 2004 “The revolution starts now” es todo un llamado de conciencia para sus escuchas entre los se encuentran muchos provenientes de los sectores más tradicionales de gringolandia.
Por su contenido revisionista y melancólico, por la innovación de los elementos musicales que contiene “Washington Square Serenade” no solo es la manera perfecta de confirmar que está de regreso con dotes propositivos, y el documento musical más consistente de este fascinante compositor, es sobretodo, otro merecido homenaje a la majestuosa ciudad “donde cualquier sueño puede volverse realidad”.