jueves, 23 de agosto de 2007

Live in Dublin: Bruce Springsteen y el rescate de la identidad estadounidense.


Víctor García Zapata

Milenio Diario, 12/08/07

Obsesivo seguidor de Bruce Springsteen desde hace tres lustros y escucha de sus álbumes a grados de fanatismo, hoy no tengo duda en catalogar su recién editado “Live in Dublin” como el mejor disco de su carrera, como una de las mejores producciones discográficas de los últimos tiempos y como un fenómeno cultural que no debiera pasar desapercibido.

“Live in Dublín” es la versión en directo del disco “We Shall Overcome”: the Seeger Sessions, que Springsteen editara el año pasado y que está conformado por 17 canciones de protesta de la historia de Estados Unidos asociadas al histórico cantautor y activita político Pete Seeger. Todas la canciones están versionádas magistralmente con ritmos blueglass, celtas, folkys, countrys y gospel.

El homenaje a Seeger(1999-), es ya de por sí un hecho relevante pues su influencia en la cultura popular desde 1940 hasta los 70s fue básica para el surgimiento de iconos como Bob Dylan y Joan baez, entre otros. Como datos curiosos y representativos de Seeger basta mencionar que en 1951 el régimen mcartista lo condenó a prisión y a censura total en medios de comunicación. En contraste, el Gobierno cubano le concedió en 1999 la orden Félix Varela de Primer Grado en reconocimiento a su trayectoria política.

Tocar y grabar las versiones en vivo de “We Shall Overcome” en Dublín, de donde en el siglo XVI zarparon los fundadores de las primeras 13 colonias de la nación más poderosa del mundo no es casual, es un paso más en la tarea de búsqueda radical de la identidad estadounidense que Sprinsgteen emprendió casi desde que comenzó a tocar, pero que con el tiempo se ha ido profundizando notablemente. Para documentar, valga tan solo leer el artículo que publicó en el New York Times el 5 de agosto de 2004: “Los músicos y los artistas del país, tienen un lugar particular en la vida social y política. A través de los años he tratado de entender el significado de ser estadounidense, lo distintivo de nuestra identidad y nuestro papel en el mundo y como asumir ese papel de
la mejor manera. He tratado de escribir canciones que hablen de nuestro orgullo de nuestra nacionalidad y de las criticas por nuestra fallas”.[1]

En el transcurso de su búsqueda identitaria, el oriundo de New jersey siempre ha recreado historias épicas protagonizadas por todo tipo de personajes callejeros que cuestionan su identidad y su rol en una sociedad sumamente contradictoria: el enamorado que le pide a su novia que lo acompañe en la huida de un pueblo lleno de nacidos para perder donde si se quedan lo único que tienen asegurado es el fracaso (Thunder Road, 1975); los marginados que viven en la “oscuridad que bordea la ciudad” (Darknes on the edge of town, 1978); el endeudado que en medio del agobio asesina a cuanto ser se le puso en frente y sin más es sentenciado a pena de muerte (Nebraska, 1980); al veterano de Vietnam olvidado por un gobierno que le había prometido convertirlo en héroe de la patria (Born in the USA, 1984); o, entre muchos otros, a los migrántes mexicanos que mueren en accidente de trabajo por las malas condiciones en las que tienen que desempeñar labores que los gringos no quieren realizar (Sinaloa Cowboys, 1995).

Pero fue a partir de los ataques a las torres gemelas cuando por el impacto del hecho y la experiencia acumulada del consagrado, el Jefe decidió radicalizar su búsqueda, a costa de desafiar a los no pocos que se quejan de que de unos años para acá es imposible escucharlo sin involucrarse en temas políticos nada acogedores para los que escuchan rock and roll enfundados en pantuflas mentales.

Un año después de los atentados, en 2002, Springsteen publicó “The Rising”. Entre los métodos utilizados para confeccionar el álbum estuvo el de hablar directamente con familiares de las victimas para comprender sus sentimientos, de ahí que durante 15 tracks lo mismo da cuenta la necesidad de venganza de algunos (Empty sky), que de la sensación del terrorista que se hace estallar en un supermercado con la convicción de estar accediendo al paraíso (Paradise).

En 2004 se puso solemne, adquirió una pinta fúnebre a la Jonhy cash y lanzó “Devils and Dust”, cuya canción homónima narra la desconfianza que muchos soldados le tienen a Bush por el monumental engaño sobre las inexistentes armas de destrucción masiva en Irak, la primer estrofa es contundente: “Tengo la mano en el gatillo, pero no se en quien confiar, cuando te veo a los ojos veo demonios y polvo” se trata del soldado apuntando a un iraquí en pleno desierto.

¨”We Shall Overcome” y “Live in Dublín” (álbum 21 y 22 de su carrera) constituyen el punto climático de esta búsqueda. Y es que aunque la frase “para saber quienes somos hay que saber de donde venimos” sea un lugar común no por ello es falsa, lo difícil, en todo caso, es decidir con que parte de la historia nos queremos identificar.

En su libro “La otra historia de los Estados Unidos” Howard Zinn dice que en un país dominado por historias de conflictos, como casi todos los países, el prefiere “explicar la historia del descubrimiento de América desde el punto de vista de los arahucos; la de la Constitución, desde la posición de los esclavos; la de la guerra civil tal y como la veían los irlandeses de Nueva York; la de la guerra de México, desde el punto de vista de los desertores del ejercito de Scout… La de la de la primera guerra mundial desde el punto de vista de los socialistas, y la de la segunda guerra mundial desde el punto de vista de los pacifistas…”[2]

Con esa misma perspectiva de la historia Springsteen decidió explicarse a partir de los de abajo y escudriñar en los textos no oficiales para determinar la serie de canciones que a la postre dieron vida a los discos. Encontró una balada antibélica tradicional de los republicanos irlandeses (Mrs. Mcgrath, 1815), un himno gospel basado en las profecías de un afro americano que amparado en la Biblia luchó contra la esclavitud (Jacob Ladder, 1940), un marcha usada por los movimientos por los derechos civiles (Eyes on the prize, 1956), o la canción tradicional del movimiento laboral de los años 30s, quizás una de las tonadas de protesta más coreada en el mundo (We shall overcome, 1930), entre muchas otras.

Aunque el disco en estudio logró tal elocuencia y calidad interpretativa como para ganarse que la Smithsonian Folk Recording lo incluyera en los hechos relevantes de la línea de tiempo de la música estadounidense, lo cierto es que el álbum en vivo eleva su fuerza a niveles delirantes pocas veces obtenidos en un disco de “roots rock and roll”. Guitarrones, banjos, gaitas, mandolinas, violines trompetas y demás instrumentos acústicos son utilizados despiadadamente por una banda de 17 músicos capaces de demostrar, una vez má,s por que Springsteen ha sido siempre halagado por su impresionante potencia en vivo.

Si algo hay que reclamarle a “Live in Dublín” es que no incluyera la rola “Bring them Home” en su set de dos discos compactos. Es una tradicional melodía incluida en el disco en estudio que demanda el regreso de las tropas: “si amas esta tierra de libertad, tráiganlos a casa, aunque los políticos se pongan tristes, tráiganlos a casa”.

Pero justo es agradecerle que además de las piezas recopiladas, “Live in Dublín” incluya canciones propias de Springsteen en versiones ska, rockabilly, reggae y otros ritmos tan festivos que pueden provocar un reventón en la sala de quien lo reproduce. Significativa en este rubro es la inédita “American Land”, una rola para inmigrantes que en el más devastador de sus párrafos dice: “ los irlandeses, los negros, los italianos, los germanos y los judíos, los puertorriqueños, los ilegales, los asiáticos y los árabes vienen desde muy lejos, con nada en sus maletas, pero con el fuego ardiendo por debajo… mueren construyendo vías del tren, trabajando con la piel y los huesos, mueren en los campos y en las fabricas y sus nombres se pierden en el viento, mueren por conseguir un sueldo, las manos que construyeron el país siguen sin tomarse en cuenta”.

Springsteen cumple en este 2007, el 23 de septiembre, 56 años, es un adulto a plenitud que para muchos se ha convertido en un icono moral de la sociedad estadounidense, depositario de la tradición artistica liberal: “Cuando en “Growing up” (1974) canta “encontré la llave del universo pegada al motor de un viejo coche estacionado”, Springsteen se asimila al “poeta” de Emerson que encuentra sensación de trascendencia en cada pequeño detalle de la vida cotidiana. Cuando en “Jungleland” (1975) canta: “Nos encontraremos bajo aquel cartel de Exxon que alumbra la ciudad” Springsteen se asocia a la tradición de Walt Whitman que dota de grandeza a los pequeños objetos” dice el historiador Jim Cullen.[3]

Evidentes también, son sus referencias al premio nobel Jonh Steinbeck y en especial a su obra “Las Uvas de la Ira” cuyo personaje principal inspiró la canción “Ghost of Tom Joad” (1995), quizás la pieza mas combativa de todo el repertorio de Springsteen: “Tom dijo: donde haya un policía golpeando a un chaval, donde nazca un bebe hambriento, donde haya una pelea racial y odio en el aire, llámame y ahí estaré, cuando alguien luche por un lugar para vivir, por un trabajo decente o por una mano amiga, cuando luche por ser libre, mira en sus ojos y ahí me veras”, reza la más conmovedora de sus estrofas.

El enfoque que Springsteen le ha dado al rock and roll puede deberse también a un impulso de reciprocidad por lo que la música hizo por el: “el rock and roll me salvó la vida, el primer día que pude soportar mi imagen frente a un espejo fue la vez que me vi con una guitarra en la mano” confesó por allá de 1981[4]. Así que si el rock le dio identidad, y papel en el mundo, pues que mejor que utilizarlo como vehículo de búsqueda de una identidad estadounidense que regrese a sus raíces liberales y se aleje del belicismo que los fanáticos del destino manifiesto quieren imprimirle.

“Live in Dublín” es la contundente confirmación de ese papel profundo y propositívo que el Jefe le ha dado al Rock and roll.
















[1] Springsteen Bruce, Chords for Change, New York Times, 5 de agosto de 2004

[2] Zinn Howard, “La otra historia de los Estados Unidos” Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, Cuba, 2004.
[3] Cullen Jim, Born in the USA: Bruce Springsteen and the “American Tradition”, Harper perennial, USA, 1998.
[4] Duffy Jonh, Bruce Springsteen in his own words, Ómnibus press, USA. 1993

Tributo a Crass



Víctor García Zapata
Tomjoad13@hotmail.com

Milenio Diario, 08/06/07


Cuando la pregunta sea: ¿Cuál fue el grupo más radical de la historia del punk? La respuesta segura e inobjetable será que fueron los Crass.

Ahora que por estas fechas y en todo el mundo se conmemoran los 30 años desde que las calles de Londres vieron nacer el movimiento punk conviene por justicia recordar que los Crass fueron la agrupación que con mayor empeño se dedicó a llevar la actitud contestataria propia de su identidad contracultural a los terrenos más radicales de la vida cotidiana. No se trató de extremismo a ultranza, si no de la continua búsqueda de la congruencia entre lo que se cantaba arriba del escenario y la forma en la que se vivía a raz de piso.

Más que un grupo musical, Crass, formado en 1977, fue un colectivo artístico de una decena de estudiantes de la escuela de Arte de Londres que, como buenos descendientes del movimiento hippie de los 60s y convencidos de que el punk comercial de los Sex Pistols era una pantomima “rockstarista”: optaron ellos por irse a vivir a una granja comunitaria ubicada a las afueras de la ciudad de Essex, al sur de Inglaterra, donde cultivaban sus insumos alimentarios e intentaban relaciones horizontales ajenas a cualquier lógica estatísta. Penny Rimbaud, baterista y compositor del grupo aclaró alguna vez: “Sacrificamos el placer personal por el bienestar común, de hecho no sabíamos como era la sensación individual. Éramos una maquina increíblemente bien eficiente y bien aceitada en donde adquiríamos la sensación de humanidad”.

Partidarios de la acción directa Rimbaud, Gee Vauche, Phil Free, Eve Libertine, Steve Ignorant y compañía concibieron que Crass seria su vehículo para expandir el anarquismo y, sobre todo, la consigna “Hazlo tu mismo” (Do it Your Self) como forma de promover la autogestión y la autonomía frente al capitalismo, por aquellas fechas representado “magistralmente” por Margaret Thatcher. “No éramos una banda por motivos artísticos, dijo Rimbaud, lo que queríamos era mostrar nuestra rabia e impotencia por un país y mundo que están funcionando mal”.

A pesar de su identidad confrontativa con el status quo, Crass logró relativo éxito en lo que a venta de discos se refiere. Grabados por ellos mismos y distribuidos solo de manera independiente, digamos en sus tocadas y en algunas pequeñas tiendas de discos, sus álbumes “Penis Envy” de 1981 y “Yes Sir i will” del 83 lograron influir en algunos circuitos de la opinión publica, fundamentalmente a los asociados con la intelectualidad universitaria y, quizás gracias al morbo que caracteriza a los medios masivos de comunicación, fueron varias veces entrevistados en una decena de programas televisivos, de donde invariablemente fueron echados por blasfemar a la Reina Isabel y al resto de monarquía Británica. No en pocas ocasiones tuvieron que enfrentar procesos legales por violar los valores conservadores de buena parte de los ingleses.

Pero, fueron miles de jóvenes potencialmente anarquistas los que de manera más clara se dejaron pernear de las ideas de la comuna. Así, los rastros de los Crass no solo se encontraban en clubes como el Roxy si no también en las famosas ocupas de Nottin Hill y en las manifestaciones: por los derechos laborales, anti – fascistas – feministas – anti- bélicas – por los derechos de los animales y todas aquellas causas libertarias, ajenas al capitalismo, incluso el de nuestro días. Grupos básicos de la historia del punk como Subhumans, Napalm Death o Conflict se reconocen como directamente descendientes de los Crass.

La publicación de sus fanzines “National Anthem” y “The Eklektik” en los que daban rienda suelta a su creatividad grafica y literaria contribuyó a la conceptualización del art punk, es decir a la categoría que unifica a la actitud rebelde del movimiento, con la música y la peculiar estética que lo caracteriza. El logo de los Crass con el que grafiteáron todo Londres a principios de los 80s es hoy un símbolo indivisible de los ambientes anarko - punketos.

Como agrupación musical, Crass se disolvió en 1984 dejando un bagaje de 19 grabaciones, rusticas casi todas ellas. Sin embargo la mayoría de los miembros del colectivo siguieron activos en la creación alternativa.

Aunque se trataba de un colectivo democrático, lo cierto es que Rimbaud es el que más ha sobresalido por su solidez ideológica. Prueba de ello es la vasta creación literaria que ha producido desde que se disolvió el grupo y gracias a la cual sigue siendo un personaje relevante y controvertido de la contracultura británica.

Su libro “The last Hippie” de 1986 causó fuete polémica pues en el Penny hace una fuerte critica al sistema de salud mental como mecanismo de control y dominación social. También ha publicado. “La firma del diamante” es considerado su mejor libro. Se trata de las bases de su concepción sociopolítica, fue inicialmente publicado en 1974 y se ha ido actualizando permanentemente. El escrito californiano Lawrence Ferlingetti lo calificó como: “Un enorme, ambicioso y sonoro trabajo para la imaginación visual”. Ambas publicaciones, junto con su autobiografía “Shiboleth: Mi propia revolución” de 2006, más documentales y música de los Crass pueden hoy conseguirse en la distribuidora de materiales izquierdosos AK Press (www.akpress.org)

Por estas fechas Rimbaud tiene 64 años y junto la ex vocalista Eve Libertine andan rolando por bares y tabernas presentando sus recital titulado “How” que no es si no su ácida y jazzera respuesta a la obra “howl” del escritor beat Allen Gingsberg.

Creativos imparables, y críticos sin concesiones, hoy, Crass y Rimbaud no parecen muy interesado en celebrar las tres décadas del punk, pero, quiéralo o no, los miembros de la Internacional Anarquista distribuyen por sus redes un emotivo mensaje que reza: “Cuando triunfe la revolución, y se imponga la anarkia, tendremos que ponerle un altar a los Crass”.