Anarquista empadronado: Historia de una estatua viviente.
Revista Generación “Centro Histórico Underground”
Octubre, 2009
Entrevista a Arturo Morales “El Oso”
Por: Víctor García Zapata
El Oso decidió ser estatua viviente hace casi 15 años, pero seguro que nunca imaginó que lo sería tan literalmente como lo es ahora. Y es que nomás atreverse a moverse un poco de donde su permiso estipula, - la acera de 20 noviembre a un costado de Palacio de Hierro - le puede costar que un enjambre de granaderos lo someta y hagan de él lo que bien prefieran. Ya lo vivió, ya lo han correteado y no pocas veces los empleados de la Secretaria de Seguridad Pública lo han amenazado con quitarle su pedestal.
Hijo de ama de casa y vigilante del metro, él siempre quiso ser viajero emancipado, pero ahora una credencial le dice cuando y como puede hacer lo que es: “artista en situación de calle”, según estipula el ridículo padrón en el que el Gobierno del Distrito Federal lo obligó a inscribirse.
En todo caso, si a algo está acostumbrado es a compenetrarse con espacios que luego haya que defender y cuyas batallas no siempre gana. Ya le pasó en la prepa de la UNAM de donde tras varios eventos de protesta no tuvo mas que salir huyendo antes de que lo expulsaran; “Outsider” por convicción, eligió a Prepa Popular Tacuba para continuar estudios y ni un pase directo le dieron, mucho menos un titulo universitario tras su demente puntada de cursar como oyente toda la carrera de Letras Hispánicas en la UNAM, quizás la más extravagante de sus decisiones.
Lo que si le dieron en Filosofía, donde se aposentó para vender libros y mantener sus estudios, fue una buena golpiza que los diarios tuvieron a bien registrar el 24 de abril de 1997. El Oso fue nota a costa de los porros del “chiquilín” de la Fresno. También fue chivo expiatorio y de su tragedia, que lo confinó varios días al hospital, el tristemente celebre Rector Francisco Barnes se colgó para desincorporar a la Preparatorias Populares.
Para esos días llevaba ya 2 años haciendo de estatua en el Centro, a donde dice llegó justo “cuando hubo que decidir de que trabajar y que hacer con mi disciplina”. “Junto con mi compadre Jorge Córdoba, formamos la compañía de danza y expresión corporal Rey Lagarto, logramos varias representaciones interesantes, alguna incluso con el Odin Theatre, pero para la política mexicana el arte popular no es importante, así que elegimos las calles del centro para evidenciar, justo en las entrañas del poder, la falta de respuestas que nos han dado como ciudadanos y como seres humanos”.
“En 1995, casi no había estatuas vivientes ni artistas corporales en las calles del Centro. Solo Humatron y Chimeen, dos que vagaban por ahí y a los que tenemos que reconocerles que nos abrieran camino. Poco a poco las estatuas han ido proliferando, quizás por la necesidad de la gente. Es valido, pero la verdad es que muy pocos conciben su desempeño como algo más que la habilidad para disfrazarse y pararse fijamente. Para nosotros se trata de toda una técnica de transformación del ambiente, queremos que cuando la gente pase por donde nosotros estamos sienta que se le mueve el piso, tratamos de emanar nuestro dialogo interno. Nuestra técnica esta basada en la Danza de imagen interior y el teatro japonés.”
El Oso no se reconoce en ninguna ideología. Le da, si acaso, por el anarquismo sideral, sin embargo, no pocas veces ha sido militante de tiempo casi completo. Acepta, por ejemplo, que, en muchos sentidos y como a muchos otros, él movimiento del Consejo General de Huelga de 1999 – 2000 lo marcó, incluyendo, por supuesto, los 26 días que estuvo en la cárcel. También se regodea en sus días de participación en la autónoma y alternativa Radio Sabotaje. Pero, aun así, no le da por el arte panfletario: “La autenticidad del arte está en acudir al espíritu, para nosotros lo importante es realizar introspección mientras hacemos nuestras presentaciones, es la forma de trascendernos como seres humanos”.
De cualquier manera, siempre ha estado ligado a eventos de protesta. Celebre aquel en el que por performancear justo afuera del Palacio de Bellas Artes, mientras adentro se entregaba el Premio Nacional de la Danza, fue rodeado por quien sabe cuantos militares que lo sometieron cordialmente antes de dejarlo ir. Ya después, sobran las experiencias en defensa del trabajo y territorio: El 21 de marzo de 2008: “De plano nos quitaron, policías muy envalentonados y prepotentes, amparados, según ellos, en el artículo 5to de la Ley de Cultura Cívica. A partir de ahí decidimos agobiar al Gobierno del D.F. con estrategia hormiga. Ir a donde fueran, estar en donde estuvieran. Sacarles firmas y permisos. Conseguimos una mesa de negociación, en donde se nos metió en ese padrón y nos dieron esta humillante credencial. Con la credenciales, Por lo pronto – considera el Oso – se deja en condición de ilegales a todo los artistas y performanceros que van ejecutando su disciplina mientras rolan por el mundo”.
“Ahora lo que pasa es que las autoridades tienen una visión mercantilista para todo. Al arte lo valoran en función de la capacidad de taquilla, ese pretexto nos han puesto funcionarios tanto de Tlalpan y de Casa Talavera , en el DF, como los del IMSS a nivel federal.” Y peor, aun: “Lo mismo pasa con el Centro Histórico, poco a poco lo han ido modificando para ofrecer estudios a artistas jóvenes, quieren hacerlo como un Centro parisino lleno de artistas pero sin gente pobre. Tienen, las autoridades, una concepción fashion, desproporcionada con respecto a la realidad del país y de la ciudad”.
“Con el tiempo he ido generando complicidad con el Centro y sus personajes, nos mantenemos en el anonimato, pero nos vemos y sabemos que hacemos, quienes somos, en que calle estamos. Por eso nos toca, ahora, mantenernos y disputarlo para que sea un espacio mucho más libertario”.
Agosto de 2009